Enrique Yidi en la búsqueda de la memoria gráfica de Barranquilla

Enrique Yidi es administrador de empresas y un apasionado por la historia de Barranquilla que lo ha llevado a lanzar siete libros dedicados a la ciudad, sus costumbres y cultura. Tiene un taller de arte en el que trabaja obras en nácar, que expone en  países de Europai. También es cartofilio, es decir, coleccionista de postales y hace 20 años se dio a la tarea de buscar estas piezas gráficas en todo el mundo.

Las postales más viejas datan de 1875, de los primeros fotógrafos que llegaban de fuera de la ciudad. Hacia los años 1.900, las postales comenzaron a ser utilizadas en Barranquilla como medio de comunicación para que extranjeros establecieran contactos con sus familiares. Encontraron en este recurso con imágenes de la Iglesia San Nicolás, los caños y los mercados, las más utilizadas de la época, el medio para colocar un mensaje breve en su respaldo. Fue así como se despertó un boom de estas casas fotográficas que comenzaron a reproducir las imágenes de Barranquilla en miles de postales que salieron del país.

El costo promedio de una postal es de 15 a 30 dólares. Cuando están selladas, su precio se elevaría hasta en 1000 dólares.

Con la llegada de la aviación, hacia los años 20, la comercialización de las postales se masificó por la rapidez con la que llegaban los correos y los extranjeros eran quienes mantenían viva la pieza gráfica intentando llevar un recuerdo del sitio donde estaban a sus países de origen. Ese culto ha desaparecido teniendo en cuenta que su propósito inicial de comunicarse ha sido desplazado por la tecnología. La última serie de postales que existe  en la ciudad — dice Enrique Yidi–  fue hacia los años 60.

Su búsqueda comenzó por curiosidad. “Me dejaba impresionar de imágenes de edificios que ya no existen en Barranquilla, me daba curiosidad saber dónde quedaba y quien lo construyó. En la recuperación de algunas postales me di cuenta que parte del patrimonio gráfico y visual de la ciudad estaba en las manos de coleccionistas fuera de Colombia y pensé que era hora de recuperar ese patrimonio que nos ayude a entender a través de las imágenes cómo cambió la ciudad, de su  pasado y a través de éstas nos dé una idea de cómo fue la vida en cada década, reflejada en sus costumbres, materiales de las casas, los carruajes, el comercio, las vestimentas, vehículos, entre otros”.

De las postales más curiosas que ya ha recuperado es una serie de un fotógrafo alemán que se diferenciaba de sus retratos. Eran costumbristas, encontraba en la manera en que las mujeres lavaban la ropa, los hombres vendían el pescado, las cocineras hacían la comida, el principal atractivo de su toma. “Este tipo de postales nos abrió la posibilidad de ver estas escenas que pueden ser objeto de estudio para sociólogos o antropólogos”, acota Enrique defendiendo su proyecto de crear una fototeca o un fondo de imágenes que contenga toda la información gráfica de todas las épocas, que permita documentar libros acerca de la ciudad y que por supuesto, sea soporte dentro de investigaciones dentro de las universidades.

Es así como uno de sus libros, la historia del barrio El Prado, utiliza 400 postales de colecciones recuperadas.

El proyecto de crear una fototeca, que ya ha sido propuesto por otras personas en la ciudad, necesita de condiciones específicas para la conservación del material, dadas por el clima y la manipulación que son factores para su deterioro

Enrique dedica diariamente dos horas a la búsqueda de las postales. Está inscrito en todas las casas de subasta de Europa y Estados Unidos,  donde ha comprado toda su colección que ya tiene organizada en 40 álbumes, segmentada por editores de postales, casas fotográficas que emitían las postales.

De países como Alemania, Francia están regresando la mayoría de las postales; y en menor proporción, de España, Italia, Holanda y Bélgica.

 

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