Por Nelson Peláez Rodríguez
Como pasa el tiempo y cómo cambian las cosas a una velocidad inimaginable. A través de este artículo quiero expresar mi punto de vista (muy personal, respetando a quienes opinen lo contrario) acerca de la evolución de la música y su entorno.
Hasta hace pocos años –2, 3 o 4 tal vez, – en Colombia y en el mundo hablábamos de La Industria de la música como una exitosa línea de negocio donde las compañías disqueras eran la fuente de descubrimiento de cantantes con espectaculares voces (y por qué no decirlo, preferiblemente bonit@s), se encargaban de vestir las canciones con agradables arreglos musicales, prensar un CD de 10, 12 o más temas, hacer estéticos videos. En fin, entregar al público productos donde la música era la protagonista.
Luego, con un buen producto se salía al mercado y se implementaba una estrategia de marketing a través de radio, prensa, televisión, YouTube, Facebook, Twitter, Instagram y alguna otra red social. De esta manera se mostraban las canciones y se trabajaba por conquistar el gusto del público y consolidar los temas musicales como éxitos.
Con el boom de las redes sociales, nacieron los influencers, personajes entretenidos que comenzaron a atrapar a millones de seguidores con publicaciones chistosas, irreverencias, contenidos con un interés específico (por ejemplo, tutoriales de maquillaje, clases de cocina, etc), y otras que vieron la oportunidad de multiplicar sus seguidores a través de videos y fotos mostrando partes de su cuerpo más de la cuenta. En el conmocionado mundo de las redes sociales todo cuenta como estrategia, lo importante son las cifras de “followers”, “likes” y el “engagement”. Al fin y al cabo, teniendo una legión de seguidores logran comercializar sus publicaciones para campañas publicitarias, mover causas sociales, armar polémicas, y lo mejor: ¡lanzarse como cantantes!
De esta avalancha a través de las redes no se escapa nadie, incluso los presentadores de TV, periodistas de prensa escrita, DJ´s y personalidades de la radio -todos ellos eran personajes enigmáticos, inalcanzables y admirados por su trabajo mediático-, mantenían fiel y cautivo a su público por medio de una estudiada programación, buenos escritos, canciones exitosas y de acorde a la época del año. Hoy vemos como estos profesionales también recurren a las redes sociales para entretener y cautivar a sus seguidores. Los antes ocultos estudios de televisión, salas de redacción y cabinas de radio, los vemos con cámaras y celulares transmitiendo en directo, ya no solo piensan en darnos buen contenido audiovisual, buena lectura, programar buena música, ahora también nos divierten disfrazados, “mamando gallo en vivo”, entre otras estrategias.
Volviendo a mi análisis sobre la música… insisto, ¡cómo corre el tiempo y cómo cambian las cosas!, hoy observo que a los artistas del canto les ha tocado montarse en el tren del entretenimiento, son esclavos de los ‘posts’ e ¡histories! (mientras más continuos, mantienen más cautivos a los seguidores), publican lo antes inimaginable: lavándose los dientes, mostrando la intimidad de su casa, de su familia, su minuto a minuto, viven inventado concursos, challenges, etc, y por supuesto comparten el antes, durante y después de sus actividades musicales. Hoy dedican más tiempo en pensar “¿qué publico hoy?” y no “¿qué canción o arreglo hago hoy?”.
Concluyo este escrito con mi impresión de lo está pasando (repito, muy personal): dolorosamente la música ya no es el centro de esta industria, es uno de sus elementos. ¡Lo importante es cautivar, atrapar, entretener! Las canciones no “se pegan”, ahora “se viralizan”, razón por la cual difícilmente se están consolidando éxitos que perduren en el tiempo. Así están hoy por hoy las cosas, por lo tanto o nos montamos a este tren, o se montan los demás y los vemos pasar.
*Mánager de Felipe ‘Pipe’ Peláez
Ing. de Sistemas, Esp. Redes de Computadores
Mag. Dirección Estratégica y asesor de proyectos artísticos
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