A él, lo podríamos ubicar en el centro de la balanza entre quienes lo dejan todo para llevar una vida alejada de la música y todo lo que ese mundo representa, y los que en el otro extremo solo cantan alabanzas.
Llegó a lo que es hoy, después de muchas búsquedas en su afán de invertir en la parte espiritual.
“Invertimos en nuestro cuerpo, asistiendo al gimnasio; invertimos en nuestro intelecto, leyendo y estudiando, y ¿en nuestro espíritu? Porque esa parte de nosotros es la que nos diferencia de los animales, y la olvidamos. Pero yo quería encontrar la mejor inversión en esa parte, ya que teniéndolo todo no me sentía pleno”, dice cuando explica el “cambio” que dio hace 18 años, y que hoy lo tiene como un cantante que hace giras en congregaciones del continente y llena iglesias, estadios y coliseos con un espectáculo que mezcla el ritmo de sus álbumes ‘Aguacero de amor’, y ‘Alégrate’, nominado a Grammy con sus vivencias con Cristo. Además de buen padre, un excelente compañero, un esposo amoroso y respetuoso, un hombre que intenta vivir como Jesús, practicando sus enseñanzas.
“Buscando a Dios, solo encontré religiosidad, hasta que conocí el modelo de Jesucristo”, dice, y para entenderlo mejor, y que esa búsqueda no fuera sólo una moda, se dedicó a estudiarlo a través de la Teología.
Tiene un ministerio llamado La Gente del Camino, el último nombre que una agencia de publicidad puso en una lista para que el cantante que hizo importante el porro a nivel nacional e internacional, llamara a su grupo de acompañantes.
Sigue siendo un hombre de conciertos, presentaciones y actuaciones porque como él mismo lo expresa “en ninguna parte de la Biblia dice que me tengo que salir de los medios, eso lo llevo en la sangre”.
En sus conciertos cristianos hay alegría, baile, música con el sonido de tambores y mensajes que llegan al alma. Ora con sinceridad y da ejemplo con su comportamiento y presencia.
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