Toda la música del gran Caribe tiene impronta africana y de esa especial circunstancia social y étnica no escapan los músicos de esta parte del país.  Esta fuerte influencia tiene su punto de partida a partir de la época de la colonización española a través del tráfico esclavista, trayendo en las más disimiles condiciones todo el inventario de la cultura sonora africana. Acá, en el nuevo mundo, adaptarían instrumentos y saberes a las condiciones del entorno y quizás apelarían a la frágil memoria para reproducirlos.

Los esclavos inventaron sus formas de encuentro creando sus códigos secretos culturales –por ejemplo, los llamados comunicativos del tambor y el sincretismo religioso- desarrollando en sus actividades cotidianas el canto y el baile. Por allí empezarían en estos lares los llamados bailes cantaos o fandangos de lengua.

A partir de allí se consolidaron ritmos y toques. Algunos con acento territorial, en que se privilegia determinado acento o tiempo. Otros en donde aparece el mismo aire con diferentes denominaciones, en una constante evolución que daría paso en el transcurso del tiempo a la cumbia en sus diferentes vertientes y el porro. En este último se mezclan la música europea con adaptaciones de las gaitas, zambapalos y fandangos. Sin embargo, el aire más conocido a nivel internacional de Colombia es la cumbia, adoptada con diferentes formatos en países como México, Perú, Argentina  y Centroamérica.

Las características de la música de estirpe africana se encuentran en la síncopa, el uso de los glisados, las voces ásperas, el canto y el coro de respondonas, la llamada nota “blue” (de lamento o tristeza, fundamental en el blues y el jazz), la métrica y sobre todo en la construcción de la poliritmia. Todo ese bagaje se encuentra en la música del Caribe, de la etnia africana sub valorada, menospreciada por la cultura de élite local en buena parte del siglo XX y por el peso de la cultura andina que consideraba estas manifestaciones culturales como vulgares y obscenas. A la larga, estas músicas fueron adquiriendo contextura de identidad cultural nacional después de un largo proceso histórico. Ese interrogante sobre la música en Colombia es el que presenta el antropólogo inglés Peter Wade en su libro ‘Música, raza y nación’.  Culturalmente todavía permanece alguna resistencia en la sociedad al mantener sesgos de no aceptar la música africana. La costa Caribe y la pacifica son regiones más susceptibles de aceptar los ancestros culturales africanos, cosa que no pasa en el interior del país, que provienen de cultura indígena y europea.

De la música africana nacen sub géneros como la champeta, que toma toda su base musical de África y lleva alrededor de 20 años, mezcla ritmos como hihglife, soukous, soca, desarrollando fusiones electrónicas que le han dado un nuevo aire. Viviano Torres (Anne swing), Louis Tower, Charles King, Elio Boom fueron los precursores de este género y quienes le abrieron paso a las actuales figuras. Otro aire musical muy difundido que conserva la esencia afro es el vallenato, al incluir dentro de sus instrumentos la caja, tambor que acompaña y le da ritmo a la melodía del acordeón.

La música como medio de expresión nos permite conectarnos con todo aquello que deseamos, por ello, dentro de los rituales de nuestros negros ancestros aparte de entonar melodías, se aprecian danzas y bailes evocando la presencia de sus dioses para que cumplan sus peticiones. Si traemos esto a nuestra actualidad, se nota que los bailes están inspirados en todos esos  movimientos, por mencionar algunos conocidos está el mapalé, bullerengue, son palenquero, champeta y otros. Las grandes festividades culturales de nuestro país son producto del grupo de estas manifestaciones que con el tiempo evolucionaron y hoy hacen parte de nuestra idiosincrasia, a la muestra está El Carnaval de Barranquilla y El Carnaval de Blancos y Negros y diferentes festivales que se desarrollan en municipios que mantienen la tradición.

Aristas como Chocquibtown, Petrona Martínez, Totó la Momposina, Joe Arroyo, Herencia de Timbiquí, entre otros, se han convertido en grandes exponentes y embajadores de nuestros ritmos y fusiones musicales,

AFRO

Batata y las alegres ambulancias

Agrupación folclórica fundada en 1980 por las cantaoras palenqueras Graciela Salgado Batata y Dolores Salinas (ambas fallecidas); actualmente la dirige Tomas Teherán y Emilia Reyes, hijos de Graciela. Sus inicios se remontan a la práctica del ‘lumbalú’, ritual para despedir a los difuntos; donde Las alegres ambulancias describen el acompañamiento que las cantaoras hacen del fallecido durante nueve días a través de cantos, rezos, tambor y baile.

Este colectivo de tradición familiar compuesto por 12 integrantes combina la experiencia de los ritos fúnebres con ritmos del Caribe como bullerengue, chalupa y fandango. Y de esta manera cuentan las vivencias de forma divertida a través del sarcasmo, acompañados de bailes y coros picarescos.

Este grupo tiene como misión preservar la herencia oral afrocolombiana de San Basilio de Palenque, obra maestra del patrimonio intangible de la humanidad: un pueblo de gente luchadora y con una lengua única. Con más de 300 composiciones, trabajan por mantener vivo el legado cultural, discográfico y musical en las nuevas generaciones.

 

 Chocquibtown

Creada en el año 2000 y conformada por los músicos chocoanos Goyo, Tostao y Slow Mike. Su éxito radica en la mezcla de sonidos urbanos con la música del folclor del litoral pacífico; sus creaciones combinan funk, hip hop, reggae, pop, ritmos latinos y música electrónica.

Su proyección es hacer más visible la riqueza y herencia musical de la costa pacífica, mediante la fusión de ritmos propios de la región como el bunde, currulao, bambazu y aguabajo con sonidos modernos para darle un toque más urbano.

Se denomina como la cuota étnica en el conjunto de la música colombiana y se sienten orgullos de representar a la raza negra. Aun cuando el Choco y el Pacifico son su eje principal, se abren a nuevas experiencias de todas las regiones que visitan y quieren a través de su música aportar al desarrollo social de su región.

Herencia de Timbiquí

Grupo emblemático del folclor pacífico, originarios de San José de Timbiquí en el departamento del Cauca. Iniciaron en 2000 y tal como lo indica su nombre, hace parte de la tradición musical de las familias Amu y Carabalí. Su deseo es mostrar la magia del litoral pacífico y rescatar su folclor, empezaron cantando en los buses y a pulso han logrado posicionarse como embajadores de la música colombiana. Sus canciones hablan de su tierra, del amor, la violencia, la lucha por alcanzar los sueños; muchas veces a manera de protesta. En su obra musical se distinguen los ritmos e instrumentos típicos tales como cununo, guasa y la marimba de chonta; los cuales fusionan de manera extraordinaria con otros ritmos e instrumentos modernos para darle un toque más urbano sin olvidar sus raíces.

 

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