Por Jairo Soto Hernández
Si hay una fiesta que identifica al ser y al modo de ser del hombre Caribe, es la celebración de día de las velitas o de la Inmaculada Concepción, las primeras horas del 8 de diciembre son recibidas con faroles, velas, bebidas, comida y música, mucha música y a un alto volumen. Creo es esta, después del Carnaval, la fiesta que concita al mayor número de personas, quienes en familia y alrededor de la luz de las espermas iluminan la vida.
Este espacio ritual, en donde lo sagrado y lo profano se abrazan, es el marco inspirador, para que, Adolfo Echeverría Comas, el afamado músico barranquillero, dedicara gran parte de su obra a esta celebración.
Adolfo, se inicia en un programa para cantantes aficionados, de Emisoras Unidas que dirigían, los locutores, Marcos Pérez Caicedo y Gustavo Castillo García, y posteriormente se decide a dar sus primeros pinitos como compositor. Se cuenta, que cualquier día cuando transitaba por la calle y después de un breve saludo procedió a mostrarle su canción: La paloma, el maestro Rafael Mejía, el compositor de la afamada ‘Cumbia sobre el mar’, más conocida por todos como ‘Marta la reina’, quien la lee con detenimiento y al terminar felicita a su autor y lo motiva para que trate de llevarla al disco, abriéndole el camino para que hiciera contacto con don Gabriel Zúñiga, propietario de Discos Eva. El sueño de Adolfo Echeverría se ve realizado al lograr que su tema apareciera en un disco a 78 rpm, su primera canción: ‘El Palomo’.
Adolfo Echeverría es el rey de las Velitas, es el encargado todos los años de anunciarnos que el mes más alegre del año ha llegado, muestra de ello su trilogía musical: ‘La Inmaculada’, ‘Amaneciendo’ y la inmortal ‘Cuatro fiestas’, una de las canciones que mejor resume la temporada festiva que va desde el 7 de diciembre hasta el Carnaval de Barranquilla.
La primera de ellas, es una muy recordada cumbia dedicada a la virgen de La Inmaculada, en la cual recoge todo el espacio antropológico del amanecer del 8 de diciembre, es el fruto del pagó de un ofrecimiento solemne que hizo el maestro Adolfo Echeverría, cuando al encontrarse en los Estados Unidos, perdió un maletín donde, además de sus pertenencias, se encontraban las cintas musicales que había llevado para comercializar. La situación se apretó de tal manera que le tocó trabajar en un restaurante para poder sobrevivir. Todas las noches le pedía a la virgen de la inmaculada y le prometió encenderle muchas velitas y farolitos si ella le hacia el milagro. Los días pasaban y el desespero aumentaba. Se fue al aeropuerto y allí ocurrió el milagro. Un cubano, miembro de la guardia federal, al verlo escupir el piso, lo amenazó con arrestarlo por mal educado. A lo cual, él respondió con una frase que brotó de su alma desesperanzada: ¿por qué me abandonas, virgencita? Luego de lo cual le contó todo por lo que estaba pasando. A partir de ese momento todo cambió, muchas emisoras lo entrevistaron y aparecieron las cintas. El milagro había ocurrido. Así nació la afamada cumbia La inmaculada.
En la segunda perla de ese collar de cumbias del maestro Adolfo Echeverría, quedaron para siempre registradas esas memorables amanecidas, que aún tiene mucha trascendencia en toda Centroamérica, especialmente en México donde esta cumbia tiene su propio santuario. ‘Amaneciendo’, le puso por nombre a su composición, surgida de un disgusto sentimental con su compañera de esa época, Gloria Noriega, quien cumplía años y a él se le olvidó comprarle el regalo, muy a pesar que su pequeña hija se lo había recordado. Adolfo, resolvió el problema con una serenata y allí surgió la inspiración:
Esta noche tengo ganas de bailar/ y de ponerle a mi negra serenata/ con mis amigos me le voy a presentar/ para ponerle en la puerta una cumbiamba.
Pero, sin lugar a dudas, la pieza más emblemática de la extensa obra musical de Adolfo Echeverría Comas es el clásico de todos los tiempos ‘Las cuatro fiestas’, y él lo visualizaba desde un principio. Por eso, aquel 3 de septiembre de 1961, fecha en la que cumplió sus 28 de edad, tomó la decisión más importante de su vida, renunciar a su trabajo como vendedor en el afamado almacén de ropa ‘La Casa Vargas’, ubicado a un costado de la iglesia de San Nicolás, en el centro histórico de la ciudad de Barranquilla, para emprender un largo camino en búsqueda de alcanzar la felicidad, el éxito y la fortuna, convencido que para poder vivir lo soñado debemos abandonar los miedos.
Con el pago de los beneficios económicos de las prestaciones sociales recibidas al renunciar a su trabajo, invirtió 60 pesos en una canción que había compuesto para grabarla junto con un grupo de amigos músicos, conocidos como ‘El cuarteto del Mónaco’, integrado por Pompilio Rodríguez en la percusión, Alex ‘El Muñecón’ Acosta, clarinete; Ángel Fontalvo, guitarra; Andrés García con la tumbadora, grupo encargado de amenizar las noches en la Heladería Mónaco, frente al Hotel El Prado en Barranquilla, y además tocaban con él los miércoles en el radio teatro de Emisora Atlántico. Ahí conoció a Vicenta ‘Nury’ Borrás, una educadora, aficionada al canto, e invitada a interpretar su primer éxito ‘Las cuatro fiestas’ lanzado en 1965.
Antes de su sonoro éxito, la canción tuvo un periplo de frustraciones para el maestro Adolfo Echeverría, primero en su ciudad natal, lo mandaron literalmente “con su música a otra parte”, con el argumento de ser un ritmo raro, lo cual unido a la condición de novata de la vocalista, no ofrecía, según los empresarios del disco, la menor posibilidad de éxito. Entonces, viajó a Medellín, ciudad donde propuso la cinta con su grabación a muchas casas disqueras con resultados infructuosos, todas la rechazaron. Pero, él se mantuvo firme en la búsqueda de sus sueños sin perder el entusiasmo.
Durante un año incansablemente tocó las puertas de empresarios intentando vender su producción, con determinación y compromiso en una incesante búsqueda de su meta. A punto de desfallecer, se dispuso a quemar su último cartucho, visitar al paisa Mario Ochoa, quien tenía una discotienda en el centro de Barranquilla. Le propuso que le financiara el prensaje de 50 discos de 68 revoluciones por minutos, pero, “(…) a Ochoa le ‘sonó’ el negocio, recuerda Echeverría, y me dijo que mejor hiciéramos cien de una vez, con la condición de que yo asumiera el compromiso de vender la mitad y el resto lo vendería él.”
Su intuición no falló porque cinco décadas después de haber sido grabada, esa canción entonada por la cadenciosa y armoniosa voz de Nury Borras Y últimamente también en la versión de Diomedes Díaz, sigue siendo el himno de las festividades decembrinas, en especial la del Día de Las Velitas, aunque en ella se invite a gozar otras fiestas. Porque tal y como lo dijo Shakira, en una Entrevista para la cadena ABC en los Estados Unidos, barranquillero que se respete tiene tatuada en el alma ‘Las cuatro fiestas’. Entonces, la nostalgia nos arropa al escuchar:
Qué linda la fiesta es en un ocho de diciembre / Al sonar del traquitraqui, que sabroso amanecer / Con ese ambiente prendido me dan ganas de beber.
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